El presidente de OpenAI cree que estamos ante «una burbuja» de la IA (pero quiere evitar alarmismos)

a cute robot trying to touch a bubble with a needle on his hand

Aunque es mucho menos conocido que los grandes referentes actuales del sector tecnológico (Sam Altman, Elon Musk, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai, etc) Bret Taylor es, sin duda, uno de los nombres más relevantes detrás de algunos de los avances más impactantes que hemos visto en los últimos años en este campo. Un prestigioso programador y empresario estadounidense, cocreador de Google Maps, fundador de la red social FriendFeed (adquirida por Facebook en 2009) y, también, creador del ubicuo botón de «Me gusta». Tras trabajar como director de tecnología (CTO) de Facebook hasta 2012, cofundó la empresa de productividad Quip, que fue adquirida por Salesforce. Taylor ascendió en las filas de Salesforce, convirtiéndose en presidente y finalmente co-CEO, cargo que dejó a principios de 2023 para «volver a sus raíces empresariales» y fundar su actual empresa, Sierra, dedicada a los agentes de IA.

Ah, y desde 2023 es presidente de la junta directiva de OpenAI, cargo al que llegó como parte de la reorganización que trajo de regreso a Sam Altman como CEO de la compañía.

Nada más y nada menos.

Por eso, cualquier declaración de alguien como él debe ser tenida muy en cuenta. Especialmente si, además, habla sin tapujos de la tan temida burbuja de la IA.

Ahora, Bret Taylor ha concedido una entrevista al medio norteamericano The Verge en la que repasa la situación de la IA a nivel mundial y la rápida evolución que está experimentando.

Una burbuja inevitable, un futuro asegurado

Taylor reconoce que el sector atraviesa un momento de euforia económica. Coincide con Sam Altman en que hay una burbuja de la IA, y no duda en afirmarlo: “Absolutamente sí. Creo que hay muchos paralelismos con la burbuja de internet”. Pero antes de encender las alarmas, a su juicio, es necesario recordar las lecciones que nos ofrece la historia:

«Cuando miras la burbuja de internet, mucha gente piensa en los fracasos, como Pets.com y Webvan. Sin embargo, a través de la lente de los últimos 30 años, ahora tenemos la mayoría de las empresas más grandes del mundo, incluyendo Amazon y Google, dos de las mayores empresas a nivel global. Y si consideras cuánto de la capitalización de mercado de Microsoft proviene de su servicio en la nube, piensas: «si se observa el PIB del mundo, ¿cuánto ha sido creado o influido por la existencia de internet?». 

Incluso ideas fracasadas como la de Webvan (una empresa de reparto a domicilio que fue paradigma del crash de las punto com) «se han convertido en negocios realmente exitosos como Instacart y DoorDash, entre otros, que se construyeron una vez que el smartphone e internet maduraron. Así que, incluso algunas de esas ideas específicas no eran tan malas, solo quizás un poco prematuras.

Si nos fijamos en internet, si hubieras sido un accionista de Amazon desde su salida a bolsa hasta ahora, te sentirías bastante bien. Si hubieras sido un accionista de Webvan, podrías sentirte un poco diferente. Así que ambos casos coexisten al mismo tiempo, y creo que ahora mismo tenemos grandes modelos de lenguaje (LLM) y una IA moderna que van a tener un impacto enorme en la economía, si solo consideramos la ingeniería de software y el servicio al cliente».

Taylor cree que pasará lo mismo con la IA. Habrá empresas que pierdan mucho dinero, pero también surgirán nuevos gigantes económicos: “Creo que es cierto que la IA transformará la economía y que, al igual que internet, generará un enorme valor económico en el futuro. También creo que estamos en una burbuja y que mucha gente perderá mucho dinero. Creo que ambas cosas son totalmente ciertas a la vez, y existen muchos precedentes históricos que las demuestran».

Lo que distingue a esta ola, en su opinión, es que la IA está atacando recursos escasos y costosos, como el trabajo de los ingenieros de software, y los está volviendo abundantes.

«Con los agentes de IA haciendo ingeniería de software, estamos tomando el recurso más escaso y uno de los trabajos mejor pagados, y estamos literalmente haciendo que agentes de IA lo hagan. Entonces, ¿qué va a pasar con eso? Mucha gente me pregunta: «¿Debería estudiar informática en la universidad?». Creo que la respuesta es sí, pero honestamente, nadie lo sabe realmente.

¿Llegaremos a un mundo donde la generación de software —y la generación no es la parte más difícil del software, como la mayoría de los desarrolladores saben— se convertirá en gran medida en una commodity? Quizás. Mucha gente piensa eso. ¿Qué efecto tendrá eso en el mercado del software? Mi hipótesis es que en realidad no lo cambiará mucho. No creo que cuando compras un sistema ERP estés comprando los bits y bytes que lo hicieron. Estás comprando el hecho de que muchas empresas tienen su contabilidad en él, que puedes cerrar tus libros cada trimestre de manera confiable, que hay un parche para los servidores para que sepas que tu ERP basado en la nube no tendrá una vulnerabilidad de seguridad, y que el sistema tiene estas certificaciones de cumplimiento y todas estas otras cosas que no son particularmente emocionantes, pero que son la parte aburrida pero importante del software empresarial».

Un horizonte abierto

Para Taylor, estamos “en el inicio de una tendencia significativa” cuyo desenlace es difícil de prever. Desde la forma en que interactuaremos con la tecnología —más conversacional y menos dependiente de pantallas— hasta el rol de los agentes autónomos en sectores regulados, todo está en construcción.

Así, por ejemplo admite que su definición de la inteligencia artificial general o AGI ha cambiado con el tiempo. Hace apenas tres años, confiesa, habría considerado que el estado actual de los modelos ya cumplía con ese estándar. “Creo que ya estamos en lo que habría definido como AGI hace tres años. De hecho, creo que ya estamos en lo que casi cualquiera en el mundo habría definido como AGI hace tres años”, explica.

Taylor cita el famoso test de Turing, que consistía en evaluar la capacidad de mantener una conversación indistinguible de la de un humano. Para Taylor, ese listón ya ha quedado atrás: “Lo pasamos hace años. Así que olvídense del test de Turing. Era una idea tonta del mejor científico informático de todos los tiempos”.

Hoy, propone una visión distinta: la AGI debería medirse por su capacidad para alcanzar o superar la inteligencia humana en el dominio digital e intelectual. “En el ámbito de las ideas y la tecnología digital, ¿estos modelos igualan o superan la inteligencia humana en casi todos los dominios? Esa es la pregunta que me hago ahora”, señala, y advierte de que la interacción con el mundo físico es un reto aparte.

Pero en su papel como presidente de OpenAI insiste en la misión fundamental: «Nuestra misión es asegurar que la inteligencia artificial general (IAG) beneficie a la humanidad, y queremos trabajar para conseguir una AGI beneficiosa, y aún no hemos llegado a ese punto. Necesitamos continuar con esa investigación y desarrollo. Hay partes de ella que ya son superinteligentes, pero hay muchas que no lo son. En eso es en lo que estamos trabajando».

Optimista pero consciente de los riesgos, Taylor resume la paradoja del momento: la IA ya ha superado los límites que nos parecían imposibles hace apenas unos años, y aunque su despliegue está envuelto en una burbuja especulativa, el futuro de la tecnología es inevitablemente transformador.

Imagen: Flux Schnell

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