¿Cómo construyen los CISO una resiliencia operativa real?

Durante años, el rol del CISO en las empresas españolas ha estado centrado en la protección técnica: garantizar la disponibilidad de los sistemas, prevenir ataques, cumplir con los estándares de seguridad. Sin embargo, el contexto actual exige un salto cualitativo. Hoy, no basta con proteger. Hay que resistir, adaptarse y seguir operando incluso cuando algo falla.

La llegada de normativas como NIS2 o la actualización del Esquema Nacional de Seguridad (ENS) han elevado el nivel de exigencia. La seguridad ya no es un compartimento estanco: atraviesa todas las áreas y procesos. En este nuevo escenario, el CISO tiene que convertirse en un líder de resiliencia: una figura transversal, con visión global y capacidad para influir más allá del departamento de TI.

El CISO actúa como puente entre la tecnología, la dirección, las operaciones y los equipos de negocio. Su función ya no es solo técnica, sino también estratégica. Tiene que anticipar riesgos, definir marcos de respuesta, liderar la gestión de crisis y contribuir a que la organización, como un todo, esté preparada para lo inesperado.

De la protección a la resiliencia

El objetivo de la ciberseguridad ya no puede ser únicamente evitar incidentes, sino garantizar la continuidad del negocio en condiciones adversas. La resiliencia operativa parte de una premisa realista: los incidentes ocurrirán. La clave está en minimizar su impacto y mantener la capacidad de operar.

Esto implica un cambio profundo en el enfoque. Muchas compañías en España siguen operando bajo modelos defensivos, centrados en la prevención, donde la respuesta se activa solo cuando algo “rompe”. Este planteamiento ya no es suficiente.

El nuevo paradigma exige estructuras de gobernanza claras, una estrategia de continuidad alineada con el negocio, y una cultura organizativa que entienda el fallo como parte del ciclo operativo. Es necesario fomentar la visibilidad de extremo a extremo, automatizar respuestas, reducir el tiempo medio de detección (MTTD) y de recuperación (MTTR) y, sobre todo, asegurar que las decisiones se tomen con agilidad y sin fricción.

Fragmentación, dependencia y sobrecarga

Desde grandes empresas hasta entidades públicas o pymes digitalizadas, se enfrentan a un ecosistema de ciberseguridad fragmentado. Acumulación de herramientas, proveedores con visibilidad parcial, datos dispersos, falta de integración… Todo ello provoca una gestión ineficiente, genera cuellos de botella y aumenta el riesgo operativo.

A esto se suma una alta dependencia del conocimiento experto: arquitecturas complejas, procesos manuales y decisiones críticas que recaen en unos pocos perfiles. Con la presión actual —tanto regulatoria como operativa—, esta situación no es sostenible.

Automatizar tareas repetitivas, unificar visibilidad y simplificar la arquitectura de ciberseguridad no es solo una cuestión de eficiencia: es una condición necesaria para construir resiliencia.

Cambiar la cultura: del error como amenaza al error como oportunidad

Uno de los retos más relevantes del CISO moderno es impulsar un cambio cultural. En muchas empresas, los incidentes siguen percibiéndose como fallos a ocultar o minimizar. Pero en un entorno digital complejo y expuesto, evitar por completo los errores es imposible.

Lo que sí está en nuestras manos es aprender de ellos. Analizar su causa, revisar procesos, compartir el conocimiento y evolucionar. La resiliencia requiere una cultura en la que el fallo no sea un estigma, sino una fuente de mejora continua.

Aquí, el papel del CISO es clave: fomentar espacios de confianza, facilitar canales de comunicación abiertos, y liderar una mejora basada en datos, no en culpables.

Liderar sin fricción

El CISO ya no puede ser percibido como el “bloqueador” que impide innovar o complica los procesos. Muy al contrario, debe posicionarse como un facilitador, un aliado del negocio que aporta soluciones, no problemas.

Y para conseguirlo, necesitan herramientas que permitan actuar con rapidez, eliminar silos, priorizar amenazas según el impacto real y tomar decisiones basadas en contexto. Una plataforma integrada de seguridad y operaciones —capaz de correlacionar, automatizar y responder— no solo mejora la postura de seguridad, sino que libera al equipo para centrarse en lo que realmente importa: crear valor desde la ciberseguridad.

En definitiva, construir resiliencia requiere tecnología, pero sobre todo liderazgo. En el nuevo escenario digital, el CISO debe mirar más allá del perímetro, más allá del dato y más allá del incidente. Su misión ya no es proteger sistemas, sino garantizar que, pase lo que pase, la empresa puede seguir adelante.