Happy Chapa es, por ahora, solo una idea de negocio, pendiente de desarrollo y materialización. Pero la idea es tan original que ha recogido ya distintos premios, entre otros el Premio a la Mejor Idea Empresarial concedido por esta revista en sus premios anuales al emprendimiento.
Happy Chapa es la idea de Arianda Agost y Gergana Georgieva, dos compañeras del grado de Dirección y Administración de Empresas en la Universidad Jaume I (UJI), ubicada en Castellón. Aquí es donde recibieron el encargo, como trabajo para la asignatura de Marketing Internacional, de dar con una idea de negocio original.
El problema
Está demostrado que el entorno tiene un impacto significativo en las crisis que padecen las personas con Síndrome de Down, Autismo o Alzheimer. Un escenario con exceso de estímulos sensoriales, como pueden ser demasiado ruido, luces o movimiento, pueden desencadenarles episodios de angustia o descontrol.
La idea
Este es el problema que inspiró a Agost y Georgieva para concebir la idea de su trabajo académico y el germen de lo que hoy quieren aterrizar con Happy Chapa: una pulsera con forma de smartwatch conectada a un dispositivo que el usuario lleva colgado del cuello.
La misión del smartwatch es detectar, entre otros parámetros, alteraciones en las pulsaciones, oxígeno en sangre, hipertensión o temperatura y, cuando esto sucede, enviar una señal de alarma al dispositivo del pecho -conectado vía bluetooth- el cual se enciende e intensifica la señal de forma progresiva conforme avanzan los síntomas. Avisan de esta forma a los cuidadores o familiares de personas con Síndrome de Down, Trastorno del Espectro Autista y Alzheimer de que el paciente ha entrado en un entorno de disconfort con el riesgo de padecer una crisis, algunas de las cuales acaban en autolesión o agresividad.
En sus planes está también reforzar la herramienta con el desarrollo de una app para que los familiares puedan también recibir la información en sus teléfonos móviles e intervenir y tranquilizar a la persona antes de que la crisis se asiente.
Hasta aquí la idea que entusiasmó a los profesores animándolas a profundizar en la misma y a evolucionarla. Así es como la propuesta original, basada en conectar el wearable a una sudadera, fue sustituida por la chapa tras percatarse de que nadie en verano viste ésta prenda.
Además de corregir detalles como el referido, la impulsoras del proyecto han participado en diversos concursos y programas de incubación. En este sentido, tras ganar varios certámenes organizados por la misma UJI, se integraron luego en UJIStartup, el programa de emprendimiento y creación de empresas de la misma universidad, así como en la Cátedra INCREA, donde desarrollan programas orientados a fortalecer las competencias emprendedoras en el estudiantado universitario y ayudadas. Recibieron también apoyo de tutores de Secot Castellón.
Retos para la ejecución
Claro que de tener una idea a ejecutarla va un trecho, más si hay tecnología por medio y los impulsores de la iniciativa son inexpertos en la materia y los recursos para contratar a un profesional escasos. Estos son, por ahora, los grandes retos que han de afrontar las promotoras de Happy Chapa.
Para salvar el handicap tecnológico, contactaron con una empresa de informática para que les hiciese el desarrollo, diseñara el prototipo y fabricase las 100 primeras unidades del producto para ponerlo a prueba en el mercado y proceder a posibles iteraciones. “El importe que nos pidieron era bastante elevado, tanto que no pudimos pagarlo”, afirman.
Así que, ahora, a la búsqueda de alguien que se sume al equipo con el conocimiento tecnológico que precisa el desarrollo, añaden la búsqueda de inversores que crean en la idea. Mientras esto llega, siguen financiando el proyecto con su esfuerzo personal, alternando los estudios con el trabajo y aprovechando el tiempo que les queda para reunirse y avanzar en el emprendimiento. Pero las 24 horas del día no les dan para todo, de manera que han optado por aplazar la búsqueda de financiación y centrarse ahora en finalizar los estudios. “Una vez terminemos el cursos, compaginaremos el proyecto con el trabajo”, anuncian.
‘Ganas’ frente a la adversidad
Pese a que las circunstancias que rodean a Arianda y Gergana no parecen ponerles las cosas fáciles, por el momento no se les pasa por la cabeza tirar la toalla. “Al final, se trata de ponerle ganas y continuar pensando que estás creando una herramienta que puede ayudar a muchas personas sin necesidad de medicarlas permanentemente. Lo bonito, además, es que somos dos, que nos conocemos y nos entendemos muy bien y, aunque suene un poco a cliché, cuando vas acompañado llegas más lejos”, declaran.
Como alumnas aplicadas de ADE, lo que sí han echado ya son las cuentas. “El precio de la pulsera y la chapa podría rondar los 165 euros. A esto le sumaríamos más adelante un modelo de suscripción mensual o anual con actualizaciones y contenidos de estudios. Suponiendo que en el primer año lográsemos vender 1.300 pulseras, obtendríamos unos ingresos de 230.000 euros. Teniendo en cuenta que para entonces ya seríamos tres en el equipo, contando al desarrollador, nos sale un resultado de, aproximadamente, 38.000 euros después de impuestos para el primer año”.
Puede que el proyecto este todavía algo ‘verde’, pero ganas de ayudar y llegar lejos no les faltan.