Tintoremus se propone teñir de verde, bueno, en este caso de ‘azul’, la industria textil. Lo hace desde sus raíces, con campos de cultivo propios para obtener tintes 100% naturales, hasta el final, con una marca nueva que hace que cada prenda sea única. La trazabilidad está en todos los procesos y, si no pueden demostrarlo, lo advierten.
El origen
Verdad que sostenibles, ahora, dicen serlo todos, pero lo cierto es que existe una brecha significativa entre las empresas que afirman ser sostenibles y las que realmente lo son. Entre otras cosas porque la sostenibilidad auténtica conlleva un cambio profundo en toda la cadena de valor, desde la obtención de las materias primas hasta la gestión de los residuos, el círculo que se han propuesto cerrar Clemente Cebrián y Lola López con Tintoremus.
La relación entre Clemente y Lola viene de la marca de moda El Ganso, de la que el primero es cofundador junto a su hermano Álvaro y donde Lola era responsable de marketing, nuevos proyectos y de la marca. Ahí andaban dándole vueltas al tema de cómo hacer la industria de la moda más sostenible cuando hicieron una visita a la finca Los Confites, en Jarandila de la Vera (Cáceres).
Hablamos de una zona que lleva siglos asentando su economía en el cultivo del tabaco -principal productor nacional- y el pimiento. Teniendo en cuenta que en los últimos años el mercado mundial del tabaco se ha reducido de forma notable y que han sido eliminadas las subvenciones a su cultivo para redirigir esos fondos a alternativas más sostenibles, se explica por qué a Lola y Clemente les llamó la atención ver grandes extensiones de tierras de cultivo abandonadas en el municipio de Talayuela, a su paso por Jarandilla.
Ya en Madrid, descubrieron más tarde la historia de una empresa estadounidense que estaba reemplazado en algunas zonas el cultivo del tabaco por campos de índigo, planta de la que se extrae un pigmento azul utilizado durante siglos para colorear la ropa y al que se le atribuyen, también, propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Vieron en la réplica de la empresa americana, una oportunidad para dinamizar la desolada zona rural de Talayuela y la respuesta a la sostenibilidad que estaban buscando eliminando de la ecuación una de las materias primas más contaminantes en la industria textil: los tintes sintéticos.
Dicho y hecho
Seis meses después del hallazgo, ya habían puesto en marcha una pequeña plantación de 2.500 m² de índigo en la misma finca de Los Confites. Probaron con distintas variedades y fue la Persicaria tinctoria la que mejor se comportó. Nace así el ‘Proyecto Índigo’ con el que, un año después, la Asociación de Empresarios de Madrid les concedió el premio al Proyecto Sostenible del Año 2023, lo que les animó a seguir.
De Los Confites se fueron a un cultivo mayor. «Empezamos a hacer y seguimos haciendo hasta que llegó un momento en el que vimos que esto, en vez de ser una acción dentro de El Ganso, era una empresa en sí misma, a la que teníamos que dedicar el 100% de nuestro tiempo y montar un equipo. Ahí es cuando Lola y yo montamos Tintoremus, como cofundadores, aunque más adelante entrarían otras cuatro personas como socios inversores que nos han ayuda a montar todo esto”, explica Clemente Cebrián los orígenes de la marca.
Matizar que cuando Cebrián habla de “todo esto”, se refiere al mayor cultivo de índigo existente en Europa, con una extensión de 100.000 m2 en Santa María de las Lomas (Cáceres), donde se cultivan 350.000 plantas de la variedad persicaria tinctoria. Súmese a ello una nave de 3.000 m2 que cogieron semiderruida en la misma localidad ahora acondicionada como centro de extracción del pigmento.
Textil, rural e I+D
Otra de las cosas que requiere el desarrollo de un proyecto de esta envergadura es un equipo multidisciplinar. A los agricultores han tenido que añadir perfiles más técnicos, como un ingeniero agrícola, un biólogo, un técnico de I+D, un químico, una diseñadora, una experta tintorera, un gerente de extracción y almacén o una experta en ESG (Ambiental, Social y de Gobernanza), entre otros.
Allá donde ellos no llegan, encuentran apoyo especializado en la Incubadora de Alta Tecnología en Bioeconomía y Economía Circular (IAT) de Extremadura, en Mérida. Aquí investigan el desarrollo de nuevos procesos y tecnologías de cultivo y tintado. Exploran, también, posibles nuevas líneas de negocio a futuro, como la que podría derivarse del uso de la indirrubina, presente en el índigo, con principios activos susceptibles de aplicarse a la industria farmacéutica y cosmética.
No obstante, el foco ahora lo tienen en dos puntos principales: obtener la mayor pureza posible de los tintes para preservar el color de lavados frecuentes u otros agentes naturales; y perfeccionar las fijaciones, algo complejo cuando se renuncia al uso de mordientes sintéticos.
De la Junta de Extremadura han recibido, también, ayudas económicas por considerarlo un proyecto que dinamiza y aporta valor a la zona. “Y a verdad es que es bonito”, dice Cebrián.

Un proceso lento y circular
Controlar todo el proceso de un proyecto sostenible, especialmente desde la etapa de las materias primas, es uno de los mayores desafíos. A pesar de contar con un equipo multidisciplinar, la cadena de suministro en la sostenibilidad es un campo repleto de complejidades que Tintoremus, en la medida de lo posible, procura evitar al objeto de supervisar la calidad y trazabilidad de todos los pasos, que no son pocos.
Los pasos
El invernadero. El trabajo empieza en el mes de febrero en el invernado. Aquí es donde desarrollan las semillas en condiciones controladas para una germinación exitosa. La semilla procede de la flor que brota de la planta no cortada. Ellos la recolectan para el cultivo del año siguiente. Para aquellos que intenten comprarla, decirles que no está a la venta.
Plantación y recogida: La plantación, sin pesticidas ni químicos de ningún tipo, se realiza en abril. La recolección, si el tiempo lo permite, se lleva a cabo a finales de mayo o comienzos de junio. Cuando la planta ha cogido una determinada altura, empiezan a cosecharse las hojas de arriba pudiendo ejecutarse hasta tres cortes de cada brote teniendo en cuenta que el crecimiento de esta planta es lento al principio y exponencial al final.
Fermentación: Las hojas recién cosechadas son trasladadas a la nave para proceder a su tratamiento, que empieza con la fermentación. Se consigue sumergiendo las hojas en un gran recipiente de agua a temperatura tibia donde las hojas maceran y fermentan durante un periodo de tiempo determinado, entre 24 y 26 horas.
Oxigenación: El agua sobrante de la fermentación pasa después a otras piscinas de oxigenación. Al entrar en contacto con el oxígeno del aire, el indol se oxida y se transforma en indigotina, el pigmento azul insoluble que conocemos como índigo. Durante esta etapa, se observa la formación de una espuma azul verdosa en la superficie del agua, lo que indica que el pigmento se está formando. El agua se bate hasta que la mayor parte de la espuma se vuelva azul. Para acelerar y mejorar la precipitación, a veces se añade un agente alcalino natural, como agua de cal. Las hojas del detrito de la fermentación se aprovechan para compost.
Filtración: La mezcla ya oxigenada, se somete luego a un proceso de filtrado que dura entre 3 y 4 horas. Para ello, han adquirido una máquina específica que, a la vez que expulsa, por un lado, el agua de la piscina de oxigenación para devolverla a la piscina de fermentación completamente limpia y sin impurezas, por otro lado atrapa el pigmento en distintos filtros. Este se retira luego bien con una espátula, si todavía conserva humedad, bien a mano, cuando está totalmente seco y sale ya convertido en polvo fino para tintar.
Medir para mejorar
Aunque hayamos citado algunos tiempos, lo cierto es que, hablando de la naturaleza, es ésta la que dispone y el hombre el que propone. Así que, ni los tiempos de recolección son siempre los mismos ni los resultados de un mismo proceso son idénticos.
Lo que sí podemos hacer es analizarla y tratar de entenderla. Para ello conviene tomar datos: el estado de cada cultivo, la pureza que se obtiene con un PH de agua determinado; qué cantidad de agua puede afectar a la concentración del material activo; qué temperatura conviene a la fermentación en cada día determinado… En Tintoremos lo anotan todo y hacen pruebas con todo.
«No te imaginas la cantidad de tortazos que nos hemos dado en el camino»
Para ello trabajan con Agrodato que se encarga de recoger y analizar la información procedente de los sensores del campo. Para hacer las pruebas, recurren a las instalaciones y maquinaria avanzadas de IATEX.
Gracias a ello han aprendido a optimizar cada gota de agua, a revalorizar los desechos o a reducir al mínimo el uso de insumos químicos sin rebajar la calidad del producto. Lo atestiguan certificados como el de la huella hídrica, que les concedió AENOR, el de Bcome, que traza la sostenibilidad de la cadena de suministro; o el certificado ZDHC (Vertido Cero de Productos Químicos Peligrosos, por sus siglas en inglés). Obtenerlos no ha sido fácil. “No te imaginas la cantidad de tortazos que nos hemos dado en el camino”, asegura Cebrián.

La marca Tintoremus Sttudio
Convertirse en proveedores de tinte natural para otras marcas y facilitar así la transición de la moda a la sostenibilidad fue, en sus orígenes, el propósito que se marcaron. Luego ya, creyeron preferible aprovechar su bagaje como creadores de marca y fundaron Tintoremus Sttudio, con el color como mayor valor diferencial.
La marca trabaja en este momento con dos conceptos distintos que se ven en las colecciones y la tienda. Uno de ellos se orienta al Denim, que es el tejido vaquero, como los jeans o las cazadoras, con un impacto ambiental significativo. El otro concepto es el denominado Garment Dye, con el que ellos confeccionan todas las prendas en blanco o crudo con tejidos naturales para mandarlas luego a Portugal con sus tintes para que las tiñan allí y devolverlas al proveedor una vez concluido el proceso. Parten, de esta forma, la cadena de producción, aunque a algunos les parezca cosa de locos.

El ‘corner’ de la sostenibilidad
Tras un tiempo vendiendo solo en el canal online, Tintoremus Sttudio decidió abrir el pasado mes de junio las puertas de su primera tienda, en el número 13 de la calle Almirante de Madrid.
La inauguración coincidió con el lanzamiento de la colección SS25, pero para aquellos que no estén interesados en adquirir ropa nueva y prefieran dar una segunda vida a la que ya tienen, la tienda ofrece un peculiar servicio que permite a los clientes llevar prendas usadas y tintarlas allí con alguno de sus colores.
Por otro lado, el hecho de que la decisión final haya sido poner el foco en su propia marca, no significa que estén cerrados a colaboraciones con otras firmas de moda, “muy seleccionadas”, siempre que estén alineadas a sus valores. Un ejemplo, es el de Tejidos Royo con la que están desarrollando un denim más sostenible. Verdad que están todavía a medio camino de conseguirlo, pero están convencidos de que, tarde o temprano, lograrán unos pantalones vaqueros 100% teñidos con su índigo natural.
Asimismo, para extender su influencia más allá de nuestras fronteras, Tintoremus ha sido seleccionada para exhibir su propuesta en la Feria Internacional de Moda de Copenhague (CIFF) que se celebra el próximo mes de agosto. Se trata de una de las ferias de moda más grandes y antiguas de moda en la que Tintoremus contará con su propio stand.
Otra posibilidad que se han planteado es la de subarrendar terreno a otras marcas que quieran desarrollar sus propios tintes naturales haciendo colecciones cápsula a la vez que generan valor en el campo. “Lo que queremos es que la gente que quiera seguir viviendo aquí pueda hacerlo abriendo otras alternativas al cultivo del tabaco, o sustituyéndolo”, dice Pablo Prieto, el ingeniero agrícola de la firma. Actualmente, el centro de extracción de Tintoremus proporciona empleo al 10 % de la población local.

La misión de la visión
Han pasado 20 años desde que Clemente Cebrián fundase junto a su hermano Álvaro El Ganso con la visión de crear una marca de moda a medio camino entre la elegancia y el desenfado, de buena factura y asequible para la mayoría. Con ella siguen facturando una millonada al año -69M de euros en 2024- en los más de 170 puntos de venta que tienen activos a escala mundial.
Con datos como estos, la pregunta que, suponemos, le habrán planteado más de una vez a Clemente Cebrián es la de: “¿Pero, qué necesidad?”. Pues lo más seguro es que, necesidad ninguna, pero el objetivo ahora es muy diferente, es sumar a la visión de crear una marca nueva en la industria de la moda que tuvo con El Ganso, la misión de transformarla con Tintoremus, aunque para ello haya tenido que desaprender parte de lo aprendido y empezar desde cero haciendo las cosas de otra manera.
“Estoy muy orgulloso, por supuesto, de haber montado El Ganso con mi hermano y el desarrollo que está teniendo, siendo Tintoremus para mi un proyecto no solo de moda, sino también de investigación y creación de valor en el campo español que realmente nos da la oportunidad, tanto a Lola y a mi como al resto de socios y equipo, de abrir un nuevo camino sobre algo que antes no existía y que realmente puede ayudar a cambiar las cosas y crear valor en el campo y en textil. Es bonito intentar hacer cosas diferentes y que consigamos que funcionen”, concluye.