El bar de siempre: un motor económico donde podemos celebrar lo que somos

Más que simples lugares para tomar algo, los bares son uno de los cimientos más sólidos y queridos de nuestro tejido social y económico. Son un motor económico que no siempre recibe el reconocimiento que merece. Sin embargo, en ningún otro país del mundo hay más densidad de bares por habitante: uno por cada 175 personas. Una cifra que habla, sobre todo, de nuestra forma de entender la vida: sociable, cercana y con un tapeo de por medio.

En cada rincón de España, el bar no es solo un local abierto: es oficina improvisada, punto de encuentro, centro logístico, tablón de anuncios y sala de celebraciones. En muchos de esos momentos, DYC está presente, acompañando con la misma autenticidad desde hace más de 65 años. El whisky elaborado en Palazuelos de Eresma, lleva generaciones formando parte de la historia cotidiana de muchos locales, con un protagonismo discreto, pero siempre presente en los momentos que importan.

Un sector que siempre aporta

Según datos del INE, la hostelería genera más de 1,7 millones de empleos directos, lo que supone el 8% del empleo total de España. Indirectamente, genera trabajo en varios sectores como bebidas y alimentación, distribución y mayoristas, entre otros. 

En 2023, el subsector de los bares representó aproximadamente el 6% del PIB nacional y su volumen de negocio superó los 122.800 millones de euros.

Buena parte de ese impacto nace en locales pequeños y familiares que, sin grandes titulares, sostienen la vida cotidiana de pueblos, barrios y municipios. Muchos son micropymes, con menos de cinco empleados, pero con un efecto multiplicador en el empleo, el turismo y el consumo local.

El bar de siempre: un motor económico donde podemos celebrar lo que somos

El corazón de la celebración

En las conversaciones sobre emprendimiento rural —y también urbano— a menudo se habla de iniciativas tecnológicas, proyectos agrarios innovadores o turismo de experiencias. Pero hay otro tipo de emprendimiento que, a menudo, pasa desapercibido: mantener abierto el bar de toda la vida o animarse a abrir uno nuevo.

Emprender en la hostelería local implica conocer a fondo al cliente, adaptarse a los cambios sin perder la esencia y generar comunidad. Muchos bares lo han hecho. Han sumado wifi, terraza o vermuts de autor, sin dejar de servir el DYC de siempre ni de comentar el parte meteorológico con los vecinos mientras juegan al dominó. Allí se comparten penas, se cierran tratos, se celebran alegrías y se brinda por lo que somos.

Detrás de cada barra hay alguien que apuesta por seguir. Por levantar la persiana cada día y generar empleo, cercanía y oportunidades en su entorno. Estos emprendedores no siempre lo tienen fácil, pero cuentan con aliados tan sólidos como DYC. La marca, nacida también en un entorno rural, entiende bien esa realidad y acompaña desde hace décadas a quienes han hecho del bar su proyecto de vida. Su presencia constante genera confianza no solo en la copa, sino en la certeza de que lo auténtico siempre encuentra su sitio.

El bar de siempre: un motor económico donde podemos celebrar lo que somos

Calidad sin artificios

Mientras la hostelería urbana se reinventa con términos “gastrobar”, “mixología” o “experiencia sensorial”, muchos otros bares siguen apelando a lo esencial: trato cercano, producto honesto y una copa servida con ganas de celebrar. A veces por un gol en el último minuto. Otras, por el regreso de alguien que hacía tiempo que no pasaba. Y muchas veces, simplemente, porque sí.

En cualquier caso, en ese gesto, el del brindis sin excusas, está el espíritu de DYC para celebrar a nuestra manera, con los de siempre. Porque lo auténtico no necesita grandes discursos. Solo un bar abierto, una buena conversación y algo por lo que levantar la copa para celebrar lo que somos y cómo somos.

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